Mark Zuckerberg, el facebookman, ha señalado que el predominio de Facebook en el universo de las redes sociales ha sido la ausencia del anonimato. Se trata de personas reales compartiendo sus gustos, actividades, fotografías y pensamientos. «You have one identity«, dijo.
Cierto, Mark. Pero.
Aunque una persona pueda, en menos de cinco minutos, abrir una cuenta falsa de correo e inaugurar una carrera como troll, nada soslaya el hecho de que se trata de, vaya obviedad, una persona.
Pero en medio de la vorágine tecnológica en la que nos movemos, puede ser muy fácil olvidarlo. Las empresas, por ejemplo, acostumbradas a conversar en lenguaje de costos, proveedores, números, presupuestos y resultados, tienen ante sí el reto de entender y asimilar los cambios.
Recientemente, el New York Times desconectó el robot que twitteaba automáticamente sus actualizaciones y comenzó a probar las mieles de la apuesta por la realidad, “con la idea de incrementar la interacción con el lector, haciéndole partícipe de que tras el contenido que están consultando está un redactor y no una máquina”. Los resultados son positivos, han pulsado la opinión de los usuarios, retwitteado a sus periodistas y -nosotras agregamos- “vivido Internet”.
Cuando atendemos las inquietudes de nuestros clientes en materia digital, somos enfáticas en este aspecto: compartir en las redes implica tratar con personas, personas que requieren respuestas, soluciones, que no tienen mucho tiempo, que a veces están confundidos pero que seguramente saben más que usted. Son padres, madres, hermanos, amigos, que escuchan música o van al cine, que trotan o duermen hasta tarde. No podemos saberlo hasta conocerlos. La variedad de caracteres que podemos encontrar es infinita ¡Qué suerte!
Con nombres propios, seudónimos o anónimos siempre trata de personas que esperan conectarse con sus iguales, y con sus diferentes, en esta realidad que hemos construido en colectivo.
Así, nuestra invitación sigue siendo la del poeta “Seamos reales” y #HagamosComunicación